Hace algunos años se publicó una postal de Navidad que llamó mucho la atención. Dicha postal se titulaba: “Si Cristo no hubiese venido”. Representaba a un pastor evangélico que en la mañana de Navidad se había quedado dormido en su despacho y soñaba con un mundo al que Jesús nunca había venido.
En su sueño creía estar en su casa y no podía ver las botas y calcetines que en dicha festividad los niños colocan junto a la chimenea, ni campanitas de Navidad, ni Jesús para consolar, alegrar y salvar. Salió por las calles y no encontró templos con sus torres con sus cruces señalando hacia el cielo. Volvió a casa, se sentó en su biblioteca y todos los libros que hablaban del Maestro habían desaparecido.
Sonó el timbre de la puerta y un jóven le dijo que fuese a visitar a su pobre madre que estaba muriendo. Inmediatamente se fue con el hijo desconsolado para confortar a la madre, y al llegar a la casa se sentó en la cabecera de la cama y dijo: “Tengo algo que podrá consolarla”. Abrió su Biblia para buscar una promesa familiar, pero ella terminaba en Malaquías y no había ni evangelio ni promesa de esperanza y salvación, así que lo único que pudo hacer fue inclinar su cabeza y llorar con ella con amargura y desesperación.
Dos días después se encontraba junto al ataúd de la mujer, conduciendo su funeral, pero no había ningún mensaje de consuelo, ni palabras referentes a la gloriosa resurrección, ni un cielo abierto, sino solamente “el polvo al polvo, y una larga y eterna despedida”. Finalmente, se dio cuenta de que “El no había venido” y comenzó a llorar amargamente en su sueño.
De repente despertó y un gran grito de gozo y alabanza salió de sus labios cuando oyó cantar al coro de su iglesia que estaba junto a su casa:
Venid, fieles todos, a Belén marchemos:
De gozo triunfantes y henchidos de amor,
Y al Rey de los cielos contemplar podremos
Venid, adoremos a Cristo el Señor.
Alegrémonos y gocémonos hoy porque “El ha venido”. Y recordemos el anuncio del ángel: “No temáis; porque he aquí os doy buenas nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:10-11).
En su sueño creía estar en su casa y no podía ver las botas y calcetines que en dicha festividad los niños colocan junto a la chimenea, ni campanitas de Navidad, ni Jesús para consolar, alegrar y salvar. Salió por las calles y no encontró templos con sus torres con sus cruces señalando hacia el cielo. Volvió a casa, se sentó en su biblioteca y todos los libros que hablaban del Maestro habían desaparecido.
Sonó el timbre de la puerta y un jóven le dijo que fuese a visitar a su pobre madre que estaba muriendo. Inmediatamente se fue con el hijo desconsolado para confortar a la madre, y al llegar a la casa se sentó en la cabecera de la cama y dijo: “Tengo algo que podrá consolarla”. Abrió su Biblia para buscar una promesa familiar, pero ella terminaba en Malaquías y no había ni evangelio ni promesa de esperanza y salvación, así que lo único que pudo hacer fue inclinar su cabeza y llorar con ella con amargura y desesperación.
Dos días después se encontraba junto al ataúd de la mujer, conduciendo su funeral, pero no había ningún mensaje de consuelo, ni palabras referentes a la gloriosa resurrección, ni un cielo abierto, sino solamente “el polvo al polvo, y una larga y eterna despedida”. Finalmente, se dio cuenta de que “El no había venido” y comenzó a llorar amargamente en su sueño.
De repente despertó y un gran grito de gozo y alabanza salió de sus labios cuando oyó cantar al coro de su iglesia que estaba junto a su casa:
Venid, fieles todos, a Belén marchemos:
De gozo triunfantes y henchidos de amor,
Y al Rey de los cielos contemplar podremos
Venid, adoremos a Cristo el Señor.
Alegrémonos y gocémonos hoy porque “El ha venido”. Y recordemos el anuncio del ángel: “No temáis; porque he aquí os doy buenas nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:10-11).
Nota: Esto es apenas una breve reflexión sacada de un libro, ahora le propongo a cada uno que imagine como hubiera sido la vida, como hubiera su vida si Cristo el Señor, nuestro único y suficiente Salvador no hubiese venido a nacer en la tierra, no hubiese muerto por nuestros pecados y no hubiese resucitado al tercer día para luego ascender a los cielos donde hoy se encuentra sentado a la diestra del Padre, intercediendo por nosotros. Le propongo que como el pastor del relato, cuando despertó del sueño (o más bien pesadilla), de un grito de gozo y alabanza.
2 comentarios:
Gracias Fede!!!
Sos bendición!!
Segui adelante este año junto al Sr será Maravilloso!!!!
AbrazoTE !!!!
OMAR
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