Un hombre servía como misionero en un pequeño hospital en una área rural de un país africano, cada dos semanas viajaba a la ciudad en bicicleta para comprar provisiones y medicamentos. El viaje era de dos días y tenía que atravesar la jungla. Debido a lo largo del viaje, debía de acampar en el punto medio, pasar la noche y reanudar el viaje temprano al día siguiente. Dejemos que él nos relate lo que experimentó en cierta ocasión:
“En uno de estos viajes, llegué a la ciudad donde planeaba retirar dinero del banco, comprar las medicinas y los víveres y reanudar mi viaje de dos días de regreso al hospital. Cuando llegué a la ciudad, observé a dos hombres peleándose, uno de los cuales estaba bastante herido. Le curé sus heridas y al mismo tiempo le hablé de nuestro Señor Jesucristo. Después de esto, reanudé mi viaje de regreso al hospital. Esa noche acampé en el punto medio y a la mañana siguiente reanudé mi viaje y llegué al hospital sin ningún incidente.
Dos semanas más tarde repetí mi viaje. Cuando llegué a la ciudad, se me acercó el hombre al cual yo había atendido en mi viaje anterior y me dijo que la vez pasada, cuando lo curaba, el se dio cuenta que yo traía dinero y medicinas. El agregó :Unos amigos y yo te seguimos en tu viaje mientras te adentrabas en la jungla, pues sabíamos que habrías de acampar, planeábamos matarte y tomar tu dinero y medicinas, pero en el momento que nos acercamos a tu campamento, pudimos ver que estabas protegido por 26 guardias bien armados.
Ante esto no pude mas que reír a carcajadas, y le aseguré que yo siempre viajaba solo. El hombre insistió y agregó: no señor, yo no fui la única persona que vio a los guardias armados, todos mis amigos también los vieron, y no sólo eso, sino que entre todos los contamos”.
En ese momento, uno de los hombres en la Iglesia se puso de pie, interrumpió al misionero y le pidió que por favor le dijera la fecha exacta cuando sucedió ese hecho. El misionero les dijo la fecha y el mismo hombre le dijo la siguiente historia. "En la noche de tu incidente en Africa, era de mañana en esta parte del mundo, y yo me encontraba con unos amigos preparándome para jugar golf. Estábamos a punto de comenzar, cuando sentí una imperiosa necesidad de orar por ti, de hecho, el llamado que el Señor hacía era tan fuerte, que llamé a algunas personas de nuestra congregación a que se reunieran conmigo en este santuario lo más pronto posible”. Entonces, dirigiéndose a la congregación le dijo: “todos los hombres que vinieron en esa ocasión a orar, ¿podrían por favor ponerse de pie?". Todos los hombres que habían acudido a orar por él se pusieron de pie. El misionero no estaba tan preocupado por saber quienes eran ellos, mas bien se dedicó a contarlos a todos... y en total eran 26 hombres.
Esta historia es un ejemplo vivo de como el Espíritu del Señor se manifiesta en formas tan misteriosas. Si en alguna ocasión sientes esa necesidad de orar por alguien, deja lo que estas haciendo y hazlo. Una oración sincera siempre llegará a oídos de Dios.
"Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oidos, atentos a sus oraciones." (Salmos 34:15)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentarios:
Esta experiencia es maravillosa y muestra la Fidelidad de nuestro Buen Dios. Al leer esto viene a mi mente el Salmo 91: "el que habita al Abrigo del Altísimo morará bajo la Sombra del Omnipotente..."
o el Salmo 73: 25... "¿A QUIEN TENGO YO EN LOS CIELOS SI NO A TI, Y FUERA DE TI NADA DESEO EN LA TIERRA? MI CARNE DESFALLESE, MAS LA ROCA DE MI CORAZON Y MI PORCIóN ES DIOS POR SIEMPRE. Dios es fiel, el nos ama y nos cuida. El Salmo 20 dice "estos confian en carro y aquellos en caballos, mas nosotros del nombre de nuestro Dios tendremos memoria" Alabado y exaltado sea el nombre de nuestro Señor, porque el nos ama, nos cuida y nos utiliza para interseder por nuestros hermanos. Fede, gracias por dejarte utilizar por el Señor para fortalecer al Pueblo de Dios.
Te mando un fuerte abrazo... Juan Manuel Vazquez