“Has actuado mejor que yo, continuó Saúl. Me has devuelto bien por mal”
(1 Samuel 24:17)
La historia de Saúl y David es muy triste. Empezó todo bien, y terminó todo mal. Un simple pastor derrota a un gigante, salva a la nación de la esclavitud y se convierte en un soldado ejemplar del ejército del rey.
Saúl lo asciende a David a cargos importantes en el reino, y Dios prospera su tarea. Pero la envidia carcome a Saúl y sin razón, trata de matar a David. Tal era la bronca de Saúl que David tiene que huir y esconderse en los desiertos y las montañas.
Pero Saúl estaba tan encaprichado que persigue a David por todos lados tratando de matarlo. Una noche Saúl entra en una cueva para dormir, sin saber que adentro estaban escondidos David y sus hombres. Mientras Saúl dormía, David se acerca y en lugar de matarlo, le corta la punta de su vestido. Saúl estaba indefenso, sin guardias, era la oportunidad de David de vengarse y librarse de su perseguidor.
Sin embargo, en lugar de hacer lo que todos le decian que haga, David prefiere seguir el consejo de Dios, y le perdona la vida a Saúl. A la mañana siguiente, cuando Saúl se iba del lugar, David le cuenta todo lo que habia pasado, y Saúl se hace a sí mismo ésta reflexión “Es notable ver como tanta bronca y tanta envidia fueron derrotadas por un acto de amor”.
En lugar de pagar mal por mal, David actuó con amor, y eso hizo reflexionar a Saúl. No pudo seguir actuando con odio, se sintió miserable y vil. Y cambio su actitud, dejando de perseguir a David.
Es cierto que esa actitud no le duró mucho, ya que al poco tiempo volvió a salir a buscar a David para matarlo. Pero llama la atención la situación en ese momento. Cómo un acto de amor puede cambiar una actitud de bronca.
Hoy todos tratamos de justificar nuestros actos, y defender nuestros derechos. Actuamos por revancha cuando alguien nos ataca, y justificamos nuestras reacciones por las actitudes de los demás. David nos enseña la fuerza del amor. Actuar por revancha es una bola de nieve que se agranda en cada vuelta, y lo único que logra es enojos y problemas. La única manera de detener su marcha destructiva, es actuar con amor. Responder bien por mal, aunque no tengamos ganas, aunque la otra persona no se lo merezca, aunque pensemos que no vale la pena, aunque parezca una pérdida de tiempo, Dios nos manda que nunca devolvamos mal por mal.
Dios nos manda que respondamos siempre bien, porque El actuó con nosotros de esa manera. En lugar de pagarnos según nuestros pecados, nos dió su amor. Es tiempo de imitar a Dios.
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